Publicado en la revista La Galla Ciencia por Heberto De Sysmo
ISBN: 978-84-942866-3-6
Jorge Ortiz Robla (Las Palmas de Gran Canaria, 1980) es escritor y restaurador de bienes culturales, su inquietud literaria —hasta el momento— le ha llevado a cultivar el relato, el microrrelato y la poesía, y ha demostrado en todos estos géneros una equilibrada destreza, como también, un merecido reconocimiento. Y es que este autor canario se mueve excelentemente en las distancias cortas; motivo por el cual me atrevo a vaticinar que no tardará en abordar, como género más de su bibliografía, el aforismo.
La simetría de los insectos, publicado por Lastura, ya va por su tercera edición, ocupa el número diecinueve de su colección Alcalima de poesía, y cuenta con el valor añadido de Joaquín Pérez Azaústre, cuya signatura esplende en un acertado prólogo como pretexto a los poemas.
Muchas son las percepciones que se avienen tras la lectura de este poemario, la poética de Ortiz Robla invita a ello. Comenzaré diciendo que nos encontramos ante una obra muy madura que no responde a esa fragmentación del hielo a que acostumbran las primeras obras de un autor; por el contrario, el poeta afincado en Catarroja (Valencia), con este libro no comienza a levantar del suelo su bibliografía poética, sino que ahonda en la tierra para cimentar en ella la sólida base que soportará todo el peso de su futura estructura.
La economía lingüística es otro rasgo en el estilema de Ortiz Robla, los poemas son —en general— breves, lo que no evita que en poco más de trescientos versos su autor componga su particular decálogo poético, un manifiesto que nos lleva a otra apreciación sobre su poesía, lo humanístico.
La simetría de los insectos se divide en seis apartados, cada uno de ellos compuesto por un número diferente de poemas a los que, por lo general, se suma un texto breve cuyo epígrafe es “Cuaderno de bitácora”, este elemento literario, histórico cuaderno de sucesos del navegante, compone aquí su particular doble lectura, ya que, mientras los poemas divagan acerca de preocupaciones existenciales, antropológicas y metafísicas; los cuadernos de bitácora parecen narrar la historia paralela de un prestidigitador a la deriva que culmina su periplo marino —invadido de recuerdos—, divisando tierra.
Aunque el amor sea el pretexto e hilo conductor de todo el libro: Ese es nuestro fin, buscar siempre nuestra otra mitad. Un amor al que se invita: Mi corazón, una puerta abierta, / de par en par. Un amor al que se recuerda:Cómo no recordarte, / cómo no imaginar tu cuerpo / apoyado en la mesilla / proyectándose hacia afuera; Ortiz Robla, con esta obra se adscribe a la corriente posmodernista, demuestra ser un poeta de su tiempo, su discurso es actual, como también sus modos, aunque en su caso se encuentra más cerca del irracionalismo y la elipsis, que al culturalismo o hermetismo. Su palabra, indagadora, en verso libre y blanco, también se acoge a los postulados del criticismo, todo es cuestionable, no a la indiferencia, por ello, en ocasiones, el poemario adquiere tintes de poesía social.
Uno de los temas centrales en los “poetas posmodernistas” es la descripción del mundo inmediato frente al cosmopolitanismo modernista. Los nuevos poetas centran su atención en lo cercano —no en lo exótico—, y en lo cotidiano —como símbolo de lo universal— encuentran la metáfora perfecta. El enclave escénico de La simetría de los insectos es urbano, a él responde toda la iconografía de sus imágenes: Llegar a casa y buscarte en Google Earth, // […] otra vez mi reflejo / en la profundidad lacónica del metro. Y es precisamente en esa tesitura, inconformista y contemporánea, donde el poeta encuentra su mejor versión: Amo las bolsas de los supermercados / y detesto las de las tiendas caras. / Su rugosidad / sus asperezas / sus asas de cuerda, que me recuerdan a una soga. / La hondilla que esposa el consumismo / a nuestras muñecas. La poética de Ortiz Robla arremete sin tapujos contra la burguesía y el capitalismo, su conciencia liberal y filosófica no comprende a una sociedad tecnócrata donde la única estabilidad la otorga el dinero: Asegurarse un plato caliente / con un máster en riesgos laborales. / Asegurar el aparato de los dientes, / la maleta, el Ipod y el coche. / [Como si eso fuera la vida].
La postmodernidad es un período que problematiza los discursos totalizadores procedentes de la idea de progreso basada a su vez en la idea de la razón ilustrada. El racionalismo se convirtió en una sucesión de dogmas malheridos que desembocaron en el totalitarismo, por lo que el poeta posmodernista está obligado a ser expeditivo y voluntarioso, razones por las cuales algunos se radicalizan. No es el caso de Ortiz Robla, quien con equilibrada técnica transita diversos géneros, senderos y ámbitos morales sin caer en ningún momento en la caricatura, la parodia o el esperpento.
Algunos de sus poemas podrían considerarse aforismos, tanto por su brevedad, como por su dosis reflexiva: Intentar labrarte un futuro. / [Y que la tierra que sacas se convierta en fango, / y arenas movedizas]. O este otro: Tu cuerpo es la solapa del libro / que se escribe / dentro de ti.
Así culmina el tercer acto de una historia de amor: Después llegaron las rarezas del sexo, / la manera de esconderse entre los cojines y la cama / y decidir follarse / entre las plumas y la lycra / de su descanso. Realismo que lo acerca a la concepción poética de Pablo García Casado, poeta admirado al que homenajea en una de sus citas.
El amargo escepticismo —síntoma del fin de la modernidad— choca contra el neovanguardismo formal y surge la duda, la incertidumbre óntica que criminaliza a la certeza: Nadie sabe lo que es en verdad el hombre, / nadie sabe, / nadie conoce, / nadie desbrizna la pauta. // […] pero lo que no es, / bien, / bien, / lo conocemos.
Sin duda, a Jorge Ortiz Robla le espera una interesante carrera literaria, en breve verá la luz su segundo poemario que llevará por título Presbicia y será editado por la editorial tinerfeña Baile del Sol; un trabajo al que deseo tenga un largo recorrido.
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