En la jaula guardaba su pájaro,
lo observaba
y era su canto un bálsamo en la
herida.
A veces, por las tardes, soberana
cerraba la estancia
y abría su jaula.
Le divertía tomar apuntes a carbón
sobre sus alas,
perseguir la cabriola
que como un trazo
marcaba el techo blanco.
El silencio era luz
y su canto un bálsamo en la herida.
Para
la roma libre
se
hicieron los esclavos.
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