Hay un resto de luz casi sólida
al final de la montaña.
Hasta allí he de llegar, para saber del alma.
Para saber del alma
no me basta adentrarme en las cinturas,
ni exprimir cada mueca de la boca.
No lo suple rodear con la mano un cuerpo inerte
y relanzarlo al aire
como si fuera una piedra.
Para saber del alma hay que aferrarse a los ojos
como si fueran los bordes de un pozo.
[Y atreverse a mirar hacia abajo]
JOR#
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